Camino de Santiago por La Maragatería, de Astorga a El Acebo
Cientos de peregrinos de camino hacia Santiago de Compostela transitan cada año por la Maragatería. Desde la leonesa Astorga hasta adentrarse en tierras gallegas el andante o el viajero circunstancial se encuentran con otras localidades maragatas de tan bella traza como Castrillo de los Polvazares, Santa Catalina de Somoza, El Ganso o Rabanal del Camino. Una comarca histórica donde sigue latiendo con fuerza el espíritu y las tradiciones de los arrieros.
Entre el páramo leonés y el Bierzo se extiende la Maragatería, una comarca singular por sus tradiciones, herencia de los arrieros y comerciantes, casi nómadas, que utilizaban este paso para unir Galicia con Castilla para hacer sus intercambios. De Astorga a Ponferrada, pasando por la Cruz del Ferro, sobrevive su folklore de fuerte personalidad y sus originales vestimentas. Los maragatos transportaban al interior salazones de pescado traídos de la costa gallega, y al volver a su tierra cargaban con embutidos y productos de secano. La decadencia de esta casta comenzó con la llegada del ferrocarril a Astorga en 1866.
Así es la maragatería, bella también por su austeridad. Un espacio de tiempo interrumpido, donde los lugareños, sus ancestrales rutinas y el viento la hacen apacible y misteriosa. Son pueblos alineados a ambos lados del Camino hacia Santiago, testimonios vivos de tantas peregrinaciones. Las viviendas de estos caseríos, perfectamente ordenadas, están construidas en piedra de pizarra. Y Coincidiendo señoriales mansiones de arrieros con otras más modestas que recuerdan a las construcciones celtas.
Este singular carácter con el que se identifican los maragatos se materializa en ritos como La Covada, La Boda o la fiesta del arado, viejas costumbres que le han otorgado ese halo misterioso que a tantos estudiosos ha convocado. También su gastronomía, bien representada por el contundente y seductor Cocido Maragato, forma parte de su idiosincrasia, siendo uno de los principales atractivos de la zona.
No en vano, Julio Caro Baroja acertó publicando: “difícilmente se podrá encontrar en toda Europa una región en la que los elementos de las cultura moderna se encuentren en tal armonía con los datos de un pasado remoto”.
Astorga
La capital de la maragatería es Astorga, cruce de dos de los principales itinerarios de peregrinos, el Camino Francés y la vía de la Plata, cuya calzada romana se proyectó para facilitar las comunicaciones con Mérida. Por este motivo es la ciudad del Camino que ha tenido más hospitales.De su patrimonio monumental destacan la Catedral y el Palacio Episcopal, además de su bella Plaza Mayor y su Ayuntamiento. La Catedral muestra una esbelta fachada barroca con dos torres unidas, todo el conjunto del edificio armado con piedras de un característico color rojizo. En su interior, su museo guarda una interesante colección de joyas típicamente maragatas. Y junto a ella se levanta otro edificio de construcción más actual pero no por ello menos llamativo. Es el mencionado Palacio Episcopal obra del genial Antonio Gaudí, en cuyo interior también se exhiben piezas de interés y colecciones de talla románica, escultura medieval, orfebrería y joyería popular, formando parte del inventario del museo del Camino.
De su pasado romano conserva la antigua cárcel de esclavos, formando parte del Museo Romano, donde también se exponen objetos, de diferente naturaleza, que nos hablan del modo de vida y de las gentes que habitaban la ciudad, así como su significado dentro del mundo romano. Una visita pausada a la Plaza Mayor de Astorga nos permitirá también contemplar el famoso el reloj de los maragatos, nombre dado por las dos figuras de hombres y de mujer que martillean las campanas al dar la hora.
Rumbo a Santiago

Santa Catalina de Somoza y El Ganso. Por ubicación, ambas tuvieron hospitales de peregrinos. Santa Catalina se atraviesa por la calle Mayor, dejando la iglesia de Santa María a la derecha. Un busto de Aquilino Pascual recuerda uno de los mejores tamborileros maragatos, que amenizó romerías y fiestas de la Maragatería. El Ganso, a cuatro kilómetros de Santa Catalina, sufre o disfruta, según se mire, del silencio que dejó la emigración. Tuvo en tiempos un monasterio de religiosas premonstratenses, levantado en el siglo XII, del que no quedan vestigios. En la Iglesia del pueblo se encuentra el Cristo de los Peregrinos.
Rabanal Viejo. Es otro de los pueblos tranquilos de La Maragatería. Merece una visita para percibir la sensación de calma que de él mana, y por su arquitectura tradicional, como ocurre en casi todos los pueblos de la comarca. El interés principal para hacer un alto aquí está en la visita a la Fucarona.
Rabanal del Camino. Es final y comienzo de etapa según marca el Códice Calixtino y, al igual que Castrillo de los Polvazares, uno de los principales asentamientos de arrieros. En sus calles aún se respira un hondo sentir santiaguista acrecentado hoy por la presencia de tres monjes benedictinos, que desde el 2 de febrero de 2001 estan ayudando espiritualmente a todo peregrino que se acerca a las puertas de su monasterio de San Salvador. En la calle Real se levanta la ermita de San José, actualmente restaurada, esta considerada uno de los mejores ejemplos del bárroco astorgano. Frente al monasterio de San Salvador se encuentra la iglesia parroquial de la Asunción edificada a finales del siglo XII de estilo románico.
Como colofón de paso por La Maragatería, la emblemática cruz de los caminantes, la Cruz de Ferro, y la aldea de El Acebo que despiden la comarca maragata para adentrarse en tierras bercianas.
Cómo llegar:
Astorga se encuentra en la provincia de Léon, en la misma carretera N-VI (A-6) Madrid – La Coruña. Aproximadamente a la altura del kilómetro 327.
El Cocido Maragato
Plato tradicional de arrieros y trabajadores del campo. De las peculiaridades de este cocido destaca que se come al revés, primero las carnes del cocido, luego las verduras, para acabar con la sopa.Debe contener un mínimo de nueve tipos de carne diferentes: de vaca, lacón, patas y oreja de cerdo, cecina, cordero, cabra y tocino, añadiéndose además el “relleno” (hecho de pan, huevo, ajo y perejil), el chorizo y la morcilla.
Se discute sobre el origen de esta invertida costumbre y hay quien dice que lo pusieron de moda los arrieros que habían de comer en tránsito en olla de barro, aunque parece más que nada fórmula lógica de comida labriega hecha en campo de faena (si se iniciara por lo sopa, vaciando el calor de la olla, se llegaría a las carnes totalmente frías).
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